Misión y vocación del #noviazgo a la luz del Sínodo de las Familias

29.11.2015 15:24

Érase una vez un "principessa di Venezia" a finales del ochocientos que un día se enamoró de un plebeyo. Me gusta pensar que él era un gondoliero de ojos verdes, camiseta a rayas blancas y azules, y sombrero en pleno archipiélago véneto. Las góndolas fueron durante siglos el principal medio de transporte de la zona y el más romántico de la historia. Sin embargo, la familia se enteró y la amenazó con quitarle la herencia; ella, sin dudarlo, se casó y se vinieron a la Argentina. Parece una de las mejores historias de amor pero es verdadera.

Sin embargo, las cosas han cambiado mucho en cien años, y el Sínodo de las Familias ha querido poner el #noviazgo en el centro del discurso sobre los desafíos y la misión de la familia, la preparación al sacramento y el acompañamiento durante los primeros años de casados. ¿Cuál es la misión y vocación del noviazgo en el mundo de hoy? ¿Se puede vivir un auténtico noviazgo cristiano?

En la vigilia de oración celebrada en la Plaza de San Pedro en preparación al Sínodo de la Familia, el Santo Padre insistió en la centralidad de la familia en la vida de cada uno: “cae ya la noche en nuestra asamblea. Es la hora en la que se regresa a casa de buen grado para encontrarse en la misma mesa, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de los encuentros que enardecen el corazón y lo hacen crecer, buen vino que anticipa en los días del hombre la fiesta sin ocaso”[1].

La felicidad está en lo sencillo de nuestro alrededor y no en lo deslumbrante que el mundo nos quiere ofrecer para perdernos. El ejemplo de amor de los padres ininterrumpidamente es vital; el deseo de afectos compartidos, el cariño de los hijos con sus padres; la opacación del hedonismo vigente se manifiesta luego en una fragilidad afectiva. En otras palabras, amar y ser amado es el fin de una vida que merece la pena ser vivida y comienza en la familia.

Siempre es bueno sentir el aliento cuando no abundan los buenos maestros: la familia no es solo escuela de humanidad (cfr. Gaudium et Spes, n. 52) sino también sujeto evangelizador. Será en la familia cristiana donde se gesten los buenos noviazgos y en éste artículo quisiera profundizar cómo guía de preparación al matrimonio a la luz del Sínodo y como manera de acompañar a los recién casados. Se trata de un cambio grande: descubrir a la persona con la que se enamoran de verdad. Para ello vamos a explicar #noviazgo y algunos tips de la Iglesia.

 

¿Se puede vivir un noviazgo cristiano?

Dios nos ha dado ciertas capacidades y desea que, poniendo en juego nuestros talentos, colaboremos con Él en la búsqueda de la santidad en el noviazgo. Precisamente, indica el Sínodo, “la pastoral de los novios debe ser empeño general de la comunidad cristiana para presentar de modo adecuado y convincente el mensaje evangélico con respecto a la dignidad de la persona, su libertad y el respeto a sus derechos”[2]. Aunque la entrega total desde el noviazgo es poco admisible entre los jóvenes, vale la pena intentarlo porque está en juego nada más y nada menos que la santidad de ese amor.

Tampoco es una cuestión de fortuna “pescar” un novio ideal ó una novia soñada. Se trata sobre todo de conquistar al otro en una acogida donde Cristo tiene mucho valor. A través del respeto que genera una vida de trabajo/estudio, servicio, vida cristiana y la familia política, pueden soñarse juntos una entrega total a medida que se conocen.

Pero, ¿qué es lo que hace un sacerdote hablando de noviazgo?: exactamente me pasaba lo mismo con un amigo cura que se justificó diciendo que había tenido muchas novias y me facilitó un libro llamado Noviazgo cristiano en un mundo súper-sexualizado[3].

En primer lugar, muchos me han pedido que diese unas charlas y aquí va el primer borrador. En segundo lugar, al haber trabajado como sacerdote con secundarios y universitarios desde 2011, tengo la certeza de que un noviazgo cristiano es posible. Me encanta ver a tantos católicos —muchos han llegado a ser grandes amigos— que han triunfado viviendo su fe y casándose bien. También he conocido muchos otros casos que no me hicieron caso y he procurado ayudarlos en la medida de mis posibilidades. Por último, decidí atreverme a escribir éste ensayo, con el fin de ayudar a jóvenes católicos a sobrevivir alegremente en medio de la revolución postsexual y no morir en el intento.

 

La sociedad actual y la castidad

Ante la fragilidad afectiva de los jóvenes, la familia debe ser muy generosa al respecto. La erotización de la vida cotidiana afecta mucho al noviazgo: la noción del amor; un pansexualismo que requiere reflexión. Son numerosos los que suelen quedarse en los estadios primarios de la vida emocional y sexual, señala el Sínodo al destacar la importancia de la vida afectiva.

“Los jóvenes pueden adquirir mayor confianza frente a las elecciones matrimoniales gracias a aquellas familias que, en la comunidad cristiana, ofrecen ejemplo confiable y duradero en el tiempo”[4]. Basta asomarse al mundo de hoy para ver que los novios no conocen el verdadero noviazgo cristiano como tiempo de espera y preparación. La generación millenians ó “generación y” son nativos digitales que muchas veces no están preparados al cambio y a la resiliencia en el noviazgo mismo. El horizonte del matrimonio y de los hijos están muy lejos. Suelen ser personas de vínculos líquidos. Frente a un mundo centrado en el yo, en las sensaciones, los estados de ánimo y las emociones, es urgente recuperar el término amor en su significado más profundo.

“La transmisión de la fe presenta hoy más que nunca necesario un lenguaje en grado de alcanzar todos, especialmente los jóvenes, para comunicar la belleza del amor familiar y hacer comprender el significado de los términos donación, amor conyugal, fidelidad, fecundidad, procreación”[5]. Muchas veces, cuando se habla de castidad en un contexto católico, el trato afectuoso apenas se menciona. A causa de ello la gente joven está muy confundida, sobre lo que es aceptable y lo que no. Solemos hablar sobre lo que está mal, sin plantear positivamente lo que hay que hacer.

Sólo una buena preparación al matrimonio en el/los noviazgos previos, privilegiando el ejemplo de las familias en la Iglesia, y una vida  arraigada en Cristo. La opción de la castidad antes del matrimonio no es una opción fácil. Estamos de cara a un mundo que proclama el tener relaciones sexuales como algo bueno y normal en cualquier momento y circunstancia. Hablar de esto se ha convertido en un discurso moralista, absolutamente anticuado y obsoleto. El que ama es el que está maduro para afrontar lo que significa el amor en su dimensión de entrega total al otro. El que ama es el que es capaz de comprender que para tener una relación sexual con alguien, se requiere algo más que el “creer que nos amamos”.

El Papa Benedicto XVI, en su discurso a parejas de novios en el 2011 decía: Como novios os encontráis viviendo una etapa única, que abre a la maravilla del encuentro y que hace descubrir la belleza de existir y de ser preciosos para alguien, de poderos decir recíprocamente: tú eres importante para mí. Vivid con intensidad, gradualidad y verdad este camino. ¡No renunciéis a perseguir un ideal alto de amor, reflejo y testimonio del amor de Dios! ¿Pero cómo vivir esta fase de vuestra vida, dar testimonio del amor en la comunidad? Quisiera ante todo deciros que evitéis encerraros en relaciones intimistas, falsamente tranquilizadoras; haced más bien que vuestra relación se convierta en levadura de una presencia activa y responsable en la comunidad. No olvidéis, además, que para ser auténtico, también el amor requiere un camino de maduración: a partir de la atracción inicial y del “sentirse bien” con el otro, educaos a “querer bien” al otro, a “querer el bien” del otro. El amor vive de gratuidad, de sacrificio de sí, de perdón y de respeto del otro[6].

Se trata de vivir con intensidad el noviazgo sí, pero también con gradualidad el amor. Ir madurando en la comprensión de que el amor es una virtud y que como tal implica el sacrificio, la renuncia, el respeto del otro, el saber esperar y la generosidad. Saber tomar decisiones juntos y hacerse cargo de los errores. Y más importante aún: comprender que ese amor humano participa del Amor Divino. Puede sonar utópico pero es real. En su esencia más profunda cuando el amor se manifiesta como donación y entrega al otro participa de modo directo en el amor de Dios que nos demuestra su amor dando la vida, entregándose totalmente por nosotros. Por ello, el Papa Benedicto XVI afirmó que la convivencia prematrimonial “no es una garantía para el futuro”: Quemar etapas acaba por 'quemar' el amor, que el cambio necesita respetar los tiempos y la gradualidad en las expresiones; necesita dar espacio a Cristo, que es capaz de hacer un amor humano fiel, feliz e indisoluble[7].

Una relación al margen de la castidad no traerá consigo la felicidad porque están en cortocircuitos los más ricos, serenos, pero más fundamentales amores como el agape, la amistad y el cariño...[8] No es igual vivir el noviazgo hoy que hace cien años: casi es suicida querer vivir un noviazgo de diez años.

Cuando un hombre corteja castamente a una mujer, descubre la profundidad de su personalidad, y esto es plenamente satisfactorio. Cuando una mujer insiste en vivir castamente su noviazgo, se sitúa en pie de igualdad, en lugar de en la esclavitud de sentirse ligada a un hombre apenas vinculado a ella porque se han acostado juntos. El hombre que desea vivir un noviazgo casto confiará en su mujer, la verá más atractiva y la ayudará a llegar a ser un buen modelo para sus hijos. Gracias a su noviazgo, ambos se librarán de la desdicha de trivializar el sexo.

Los cristianos verdaderos no pueden admitir las mentiras del mundo, por muy extendidas que estén. Como cristianos, hemos de mantener la verdad sobre el sexo y sobre la humanidad. El sexo es bueno, es hermoso, y está reservado para el matrimonio. Y, con la ayuda de Dios, podemos vivir la dignidad de la castidad.

En las Preguntas sobre la recepción y la profundización de la Relatio Synodi se nos escrutan varias cosas que he querido preguntar primero a diversos novios para escuchar sus opiniones, ¿cómo proponer los itinerarios de preparación al matrimonio de forma que pongan de relieve la vocación y la misión de la familia según la fe en Cristo? ¿Se llevan a cabo ofreciendo una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo renovarlos y mejorarlos? ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta la apertura a la vocación y la misión de la familia? ¿Qué pasos se consideran más urgentes? ¿Cómo proponer la relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿En qué modo poner de relieve el carácter de catecumenado y mistagógico que los itinerarios de preparación al matrimonio asumen a menudo? ¿Cómo lograr que la comunidad participe en esta preparación?

Vemos a Cristo que sale “a las periferias” porque llega al herido, al enfermo y a los lisiados. Algunas respuestas parecen obvias pero no podemos conformarnos con una pastoral meramente aplicativa de la doctrina. Ha de haber reflexión, oración, mirada a Cristo y un enorme esfuerzo formativo con propuestas concretas. Son de gran importancia los espacios de formación de novios. Si hay una oferta formativa profunda hay muy bien ambiente y una red de contención.

Ahora bien, si querés tener un noviazgo que no sea cristiano, lejos de Dios y sólo corporalmente, dejá de leer el artículo pero antes leéte la nota al pie[9].

 

Tres Papas que te regalaron su magisterio

San Juan Pablo II nos ha legado algunos textos excelentes sobre la castidad, incluyendo su pre-papal Amor y Responsabilidad y su catequesis sobre la «Teología del Cuerpo»[10]. De hecho, en la anterior exhortación post-sinodal sobre la familia nos advertía que “la misma preparación al matrimonio cristiano se califica ya como un itinerario de fe. Es, en efecto, una ocasión privilegiada para que los novios vuelvan a descubrir y profundicen la fe recibida en el Bautismo y alimentada con la educación cristiana. De esta manera reconocen y acogen libremente la vocación a vivir el seguimiento de Cristo y el servicio al Reino de Dios en el estado matrimonial[11].

Como dice Juan Pablo II en Amor y Responsabilidad, «la castidad es una virtud difícil y cuya adquisición requiere tiempo; es menester aguardar sus frutos y la alegría de amar que ella debe aportar. Pero es la verdadera vía, la infalible, para ese gozo»[12]. De todos modos, sin correr el riesgo de sacar de foco el tema principal, un planteamiento de castidad en el noviazgo no puede dar resultado sin la virtud del pudor en el vestido: tanto en hombres como en mujeres. Aunque no pensamos frecuentemente en ello, también el hombre debe ser modesto.

Además, el Catecismo de la Iglesia (n. 2521 y 2522) recuerda que «el pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas. El pudor protege el misterio de las personas y de su amor; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer entre sí. El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta...».

El Papa Benedicto XVI, en el 2011, celebró un emotivo encuentro con jóvenes parejas de novios en Ancona (Italia)[13] y tras escuchar el testimonio de una pareja, les invitó a considerar el tiempo de noviazgo como “un itinerario de fe” y a no tener miedo de asumir las responsabilidades que implica el matrimonio cristiano. Puntualizando, más adelante, señaló en ese mismo mensaje: Quisiera volver aún sobre un punto esencial: la experiencia del amor tiene dentro de sí la tensión hacia Dios. ¡El verdadero amor promete lo infinito! Haced, por tanto, de este tiempo vuestro de preparación al matrimonio un itinerario de fe: redescubrid para vuestra vida de pareja la centralidad de Jesucristo y del caminar en la Iglesia. (…) ¡El verdadero amor promete lo infinito![14]

También Juan Pablo tuvo varios encuentros habló sobre de la finalidad del noviazgo: es para escoger a tu acompañante para la vida y a la madre o padre de tus hijos[15].

Quisiera terminar ésta sección magisterial con ocho consejos del Papa Francisco en su encuentro con 25 mil parejas de novios, el día de los enamorados, como “garantías de éxito” para el matrimonio:

1.         Los esposos tienen que estar dispuestos a convertirse en artesanos o, incluso, en joyeros. Cuidar a su mujer el marido y cuidar del marido, la mujer.

2.         El amor es como construir una casa: la casa se construye juntos, sólos no. La palabra “matrimonium” proviene de “mater”, madre, y designaría el oficio de procreación de la madre, o el medio por el cual la madre se hace fecunda. Sin embargo, el Catecismo Romano de Trento también utiliza “coniugum”, por los cónyuges, que significa “con el mismo yugo”. El matrimonio colocaría a marido y mujer bajo el yugo, no en sentido de una carga pesada sobre los hombros de ellos, sino que se trata de dos personas que tiran del mismo carro, que es el matrimonio, en la misma dirección.

3.         Para vivir juntos, para siempre, es necesario que los cimientos del matrimonio estén asentados sobre roca firme. No se construye sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios.

4.         Para que un matrimonio sea feliz, no basta que dure para siempre. La cantidad es tan importante como la calidad.

5.         Los esposos tienen que pedir cada día: danos hoy nuestro amor de cada día, siguiendo el Padrenuestro. ¡La familia que reza unida permanece unida!

6.         Estar enamorado significa pronunciar a menudo estas tres palabras: permiso, gracias y perdón. Y no olvidar que la otra persona es un don de Dios.

7.         No existe la familia perfecta, ni el marido perfecto, ni la mujer perfecta. Y es muy importante que un día no termine nunca sin pedir perdón.

8.         Celebrar una verdadera fiesta cristiana el día de la boda, pero no una fiesta mundana.

Espero que éste ensayo sirva como guía a quienes emprenden éste camino y para la formación de matrimonios jóvenes; sólo construyendo un proyecto inteligente, integral y sólido podrán salir al ruedo en la sociedad actual. El camino primordial de la evangelización pasa por la familia y, en concreto, por los novios. ¿Qué familia queremos para el mañana? Empecemos por cuidar los #noviazgos…



[1] Papa Francisco, Encuentro para la familia, 4 de octubre de 2014.

[2] Informe final del Sínodo 2015, n. 57.

[3] T. G. Morrow, Noviazgo cristiano en un mundo súper-sexualizado, 3ª Edición, Rialp, 2000. Aunque algunos pocos no le gusta, el libro ha servido a muchas parejas de novios y personalmente mantengo un cordial contacto con el autor.

[4] Documento final del Sínodo 2015, n. 29.

[5] Idem, n. 56.

[6] Benedicto XVI, Discurso a parejas de novios, Ancona (Italia), 2011.

[7] Benedicto XVI, Discurso a parejas de novios, Ancona (Italia), 2011.

[8] Hay un ensayo muy bueno lúcido, directo y lleno de ejemplos sobre una eterna realidad de la vida del hombre y de la mujer: C. S.  Lewis, Los Cuatro amores, 1960.

[9] En Amor y Responsabilidad, Karol Wojtyła (Papa San Juan Pablo II) describe la castidad en sentido positivo: «La esencia de la castidad consiste en la rapidez para afirmar el valor de la persona en toda situación y elevar todas las reacciones de nivel personal al valor del “cuerpo y el sexo”. Esto exige un esfuerzo interior y espiritual, porque afirmar el valor de la persona sólo puede ser fruto del espíritu, pero ese esfuerzo es sobre todo positivo y creativo “desde dentro”, no negativo ni destructivo. No se trata meramente de “aniquilar” el valor del “cuerpo y el sexo” en la mente consciente enviando las reacciones al subconsciente, sino de apoyar la integración a largo término; el valor del «cuerpo y el sexo» debe ser enraizado e implantado en el valor de la persona».

[10] Audiencias de Juan Pablo II de los miércoles, desde 1979 a 1984. Largas pero muy ilustrativas y llenas de contenido.

[11] Juan Pablo II, Familiaris Consortio, n. 51, 22-nov-1981.

[12] Karol Wojtyła, Amor y responsabilidad, Palabra, Edición:4ª, abril 2012.

[13] Benedicto XVI, Discurso a parejas de novios, Ancona (Italia), 11-9-2011.

[14] Benedicto XVI, Discurso a parejas de novios, Ancona (Italia), 11-9-2011.

[15] Juan Pablo II, Jornada Mundial de la Juventud, París, 1997.

 

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